jueves, 7 de marzo de 2013

¿Es necesario deconstruir la escuela?

Por: Walter Blandón Villa
Lic. en Humanidades Lengua Castellana - UDEA

Pasa en muchos casos que, para construir sobre algo ya hecho, se requiere una demolición en el caso de las edificaciones o una deconstrucción en el caso de las ideas. Intentaré desde esta reflexión, poner en cuestión si es éste el caso de la escuela, tanto desde su estructura física como desde su representación pedagógica, entendiendo la física más allá del hormigón, como el referente simbólico del espacio.

En los albores de lo que conocemos hoy como escuela y que datan de finales del siglo XVIII, surge una nueva manera de concebir la educación que cambiaría radicalmente la forma de aprender el mundo. La escuela se erige como estamento operativo, físico e ideal, para la masificación de la instrucción y el amoldamiento de los sujetos a unos modelos estandarizados de vida social y sobre todo productiva. Tal masificación permitió no sólo “acoger” a toda una comunidad –infancia – como un proyecto de formación de generaciones futuras de cuerpos dóciles – en palabras de Foucault – resultado de la práctica de la disciplina, sino que sirvió de instrumento para la proyección y control del tipo de conocimiento que debía y podía circular, de tal manera que, hasta hoy, son los estamentos de poder y fundamentalmente el sistema económico quienes deciden y legislan qué, quiénes y cómo se enseña en la escuela.

La escuela ha representado desde su génesis, más que un concepto, un lugar al que se acude por obligación, sobre todo si se pertenece a estratos no privilegiados de la sociedad, como lo enuncia Pablo Pineau “la obligatoriedad sólo debe ser aplicada a las clases bajas, ya que las “altas” no dudan en instruir a sus hijos” (Pineau, 1996). En este sentido cobra importancia como institución erigida esquemática y arquitectónicamente como un centro cerrado, un espacio delimitado, una construcción con la infraestructura requerida para lo que el mismo Pineau denomina “un dispositivo para la generación de ciudadanos”(Op. Cit).

Varios han sido los esfuerzos de pensadores, pedagogos y, paradójicamente menos maestros, por repensar el concepto de escuela y por intentar desarrollar nuevas formas de encuentro de los sujetos con el conocimiento, que de alguna manera aludan menos a la estructura arquitectónica y más al sujeto,. Ideas como Escuela Nueva (en contraposición con la Escuela Tradicional), Escuela Activa, Escuela Inclusiva y otras, o propuestas como las de Summerhill, Freire, Montessori, Steiner y otros más, han buscado mostrar otras posibilidades de encuentro con la formación del sujeto basadas en el amor y el respeto por la diferencia. Cabe aclarar que, aún así, el encuentro se produce en lugares específicos delimitados, otros nuevos espacios análogos a los de las escuelas tradicionales.

El profesor William Rodríguez, del Instituto Popular de Cultura de Cali, afirma -refiriéndose a un modelo de escuela basado en el amor y el respeto- que “muchas de estas propuestas pedagógicas iniciaron desde allí y desde allí construyeron una discursividad muy coherente, pero, a mi modo de ver, cometieron el error que es muy común en nosotros los seres humanos: creyeron que habían encontrado la verdad” (Vautista, 2012).

De otro lado, sin el ánimo de defender la tradición y sin pretensiones descalificadoras hacia lo emergente, podría de alguna manera someter también a duda la panacea que las propuestas, métodos o pedagogías antes mencionadas puedan representar frente de la inculpación histórica que se le hace a la escuela tradicional sobre su representación como estructura de poder y de clasificación. ¿Hasta qué punto las nuevas y revolucionarias ideas están realmente desapegadas de los sistemas hegemónicos? Es inquietante por ejemplo, cómo la denominada Escuela Nueva es “Seleccionada por el Banco Mundial en 1989 como una de las tres reformas más exitosas en los países de desarrollo alrededor del mundo” (Escritorio Docentes, 2008). ¿Están estas ideas al alcance de todos? Es de observar instituciones como las de Pedagogía Waldorf, que no están al alcance del poder adquisitivo de personas de bajos estratos, lo que podría interpretarse como una forma de exclusión.

Ahora bien, escuelas y pedagogías –que son, por cierto, cada vez más – reclaman cada una un espacio representativo en lo físico y en lo conceptual y llegar hasta cualquiera de ellas implica un desplazamiento tanto físico como conceptual, entonces, todas ellas tienen la necesidad de coexistir y permitir que los sujetos puedan tener la posibilidad de elegir entre ellas libremente.

Todo lo anterior, pone de presente que los modelos emergentes no pueden erigirse sobre la base del derrumbamiento o de la deconstrucción del modelo de escuela tradicional, pero también ésta debe aceptar la emergencia de aquellos otros, porque además, en la medida en que haya un mutuo reconocimiento, se estará evitando caer en la alienación que se deriva de creer que se es dueño de la verdad.

Lo prioritario, creo, no es la deconstrucción de la escuela tradicional como punto de partida para cambiar la forma como se educa a los sujetos, sino la deconstrucción de nuestras formas de pensamiento como maestros, dejando de lado el anquilosamiento mental que nos hace cómplices de la pobreza, para asumir y para jalonar desde nuestro ser, más que desde nuestro hacer, el pensamiento crítico y arriesgado generador de posibilidades en todos los ámbitos de la persona y la sociedad. En algún momento escuché al profesor Diego Muñoz, de la Universidad de Antioquia, decir que era muy distinto cambiar la escuela a cambiar la forma como podíamos habitarla. Este pensamiento resume en gran medida lo que aquí se presenta.



Referencias bibliográficas


Escritorio Docentes. (11 de Abril de 2008). Educar Chile. El portal de la educación. Recuperado el 6 de Marzo de 2013, de Educar Chile: http://www.educarchile.cl/Portal.Base/Web/VerContenido.aspx?ID=181552


Pineau, P. (1996). La escuela en el paisaje moderno. Consideraciones sobre el proceso de escolarización. Seminario "Historia de la Educación en Debate". Buenos Aires: Miño y Dávila Editores.


Vautista, J. (Dirección). (2012). La Educación Prohibida [Película].




Autor Blog

Visitantes